martes, 29 de diciembre de 2009

Estén siempre alegres

"Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas." Tes 5, 16-24

Una nueva exhortación a la alegría. Va unida a una invitación a rezar y otra a dar gracias. Y hay que hacerlo “siempre”, “sin cesar”, “en toda ocasión”. Y todo esto es así nada mas y nada menos que porque “es lo que Dios quiere de todos ustedes”. Si nos hubieran empezado a enseñar en el catecismo “lo que Dios quiere” por este párrafo..., pero no, empezamos por los mandamientos, y si había que dar alguna explicación lo que se nos decía era que eran “para nuestro bien”. No es fácil empezar por ahí, pedagógicamente es un error. Comprender que otro, (incluido Dios), sabe mejor que nosotros mismos lo que es “para nuestro bien”, es lo más difícil de todo. En cambio, enterarnos de que Dios lo que quiere es que estemos alegres, hubiera abierto un mundo a nuestro corazón y lo hubiera llenado de paz. Y esto no porque se nos hubiera dicho algo nuevo y sorprendente, sino al contrario, porque ya lo sabíamos. Sí, nosotros sabíamos que Dios quería que estuviéramos alegres siempre, que oráramos sin cesar y que en toda ocasión diéramos gracias, sólo nos faltaba escucharlo de nuestros adultos y que nos enseñaran a hacerlo un poco mejor. Pero no fue así. Empezamos por “lo que había que hacer” y cuando mucho tiempo después llegamos a leer aquellas líneas que nos hablaban de la alegría ya era tarde y casi inútil. Ya nada podía modificar el punto de vista desde el que se leía todo. Ya la expresión “estén siempre alegres” no podía sonar sino a otro mandamiento, era otra cosa más que había que hacer. Ya la invitación a “orar sin cesar” no podía ser sino una pesada carga que nada tenía que ver con la posibilidad de una vida plenamente humana y feliz. Y también “dar gracias” fue algo más “a cumplir”.No sé porqué habrán pensado que era más difícil enseñarnos el “no extingan la acción del Espíritu”, cuando uno es chico eso es fácil de entender. Al menos en nosotros no examinaron todo ni se quedaron con lo bueno, sólo nos enseñaron a cuidarnos del mal (en realidad de mal que había en ellos y que ellos suponían en nosotros). No se dieron cuenta que al hacer esto estaban despreciando las profecías y extinguiendo la acción del Espíritu.

Sería por eso que no estaban nunca alegres. Homilía del P. Jorge Oesterheld

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué hermoso!! Es una invitación a ser felices, a confiar y a tener esperanza